La segunda visita no oficial a España en apenas un mes del presidente de Argentina, Javier Milei, ha desembocado en una lamentable diatriba nacional que ha seguido siendo explotada por aquellos que parecen atisbar algún tipo de ventaja política de la perniciosa pérdida de los mejores valores de la diplomacia en las relaciones entre ambos países.
Resulta, en efecto, censurable que Milei incidiera el viernes, al recoger la medalla internacional de la Comunidad de Madrid, en sus mensajes más extremos contra la justicia social y reincidiera, aunque fuera veladamente y menos veladamente, en sus ataques contra el presidente Sánchez.
Pero las insistentes apelaciones del Ejecutivo a que Alberto Núñez Feijóo se retrate y se moje y el intento de equiparar al PP con la extrema derecha hace sospechar un interés en la reprobación a Milei que va más allá de ello y que abona la polarización reinante.
Una polarización a la que no es ajena una Isabel Díaz Ayuso cuya posición institucional no le faculta, ni muchísimo menos, ni para tratar de puentear al Gobierno en su política exterior ni para interpretar que la inclinación que tienen todos los madrileños (los que le han votado y los que no) es al pleito permanente de Ayuso con la Moncloa.
El PP de Feijóo habría de subrayar su distancia con un mandatario alejado del cauce central con el que se identifican los españoles.
Para terminar, decir que flaco favor le está haciendo Ayuso a su propio partido y a su jefe político Feijoo que se encuentra que cuando tiene una oportunidad clara contra el Gobierno, ella sale con una historia que lo deja a los pies de los caballos tanto a él como a sus compañeros.