Hace muchos años que tuve conocimiento de esa lápida del Santísimo. Fue a mediados de los años sesenta del pasado siglo XX. Entonces había un nuevo párroco al frente de la iglesia barreña, José Vizo Méndez, ayudado por un par de sacerdotes coadjutores, entre ellos José Luis Sibón Galindo, quienes cierto día de difuntos (2 de noviembre), siguiendo una costumbre local, realizaron una oración en el patio principal del cementerio en memoria de los familiares fallecidos, a la que tuve ocasión de asistir al comienzo de mi adolescencia.
Al terminar esa actividad religiosa me entretuve en leer algunos epitafios escritos en varias lápidas de los nichos y quedé sorprendido por el contenido grabado en una gruesa lápida de mármol tumbada horizontalmente en el suelo. Estaba en la parte central de la hilera de nichos elevados del patio principal, frente a la puerta del cementerio. En dicha lápida pude leer en letras capitulares o mayúsculas un texto de alabanza al Santísimo fechado en 1698.
Pronto comuniqué aquel pequeño descubrimiento a algunos amigos, que a su vez se lo dijeron al coadjutor José Luis Sibón, quien vino a leer el contenido de la lápida y me quiso convencer que había un error en mi lectura, pues el año escrito en la lápida no podía ser 1698, sino 1898, porque en la fecha que yo pretendía aún no existía el pueblo de Los Barrios.
Con el paso de los años me olvidé de dicha lápida y de mi lejano interés por la historia de Los Barrios, debido a mi traslado a Málaga (1972) para continuar los estudios de Filosofía y Letras, que inicié en la Universidad de Granada por enseñanza libre (1969), cuando aún vivía en el pueblo ejerciendo como joven docente. Pero siempre que podía regresaba a Los Barrios para visitar la familia, sobre todo en vacaciones.
Fue al finalizar unas vacaciones estivales, a mediados de los años ochenta, cuando mi hermano Antonio, que regresó a Los Barrios para trabajar en el Ayuntamiento tras un largo alejamiento laboral, quien, sabiendo mi recuperado interés por la historia local, me dijo que muy pronto se demolerían los restos del antiguo cementerio, por lo que tenía una última oportunidad de verlo. Acepté su propuesta y fuimos al día siguiente, con el oportuno permiso de alcaldía y con mi cámara fotográfica.
Tras fotografiar diversos elementos del cementerio, pasé junto a la lápida con la alabanza al Santísimo de 1698. La levanté y fotografié, quedando sorprendido pues dejó el hueco de una pequeña cripta u osario, donde vi una lápida ovalada y labrada con el nombre de Ramón Díaz de Bustamante y Vélez, ahora titular de una fundación socio-asistencial en Los Barrios.
Pero centraré aquí mi atención solo en la lápida del Santísimo, que pronto evocó lejanos recuerdos de mi adolescencia, cuando leí su contenido y me reafirme que era de 1698, porque la palabra “Santísimo” con doble “s”, o sea “SANTISSIMO”, era improbable que fuese de 1899. Era pues un antiguo testimonio de la historia local que no se debía destruir, ni olvidar. Por ello le dije a mi hermano que sería conveniente su conservación, por lo que habló con Miguel Domínguez Conejo, entonces alcalde de Los Barrios, quien dispuso que se llevase al cementerio nuevo y allí se conservase.
Unos años más tarde tuve oportunidad de referirme a dicha lápida, primero en un informe mecanográfico sobre los antecedentes de la Hermandad de San Isidro (1988) y luego en mi libro La antigua ermita de San Isidro Labrador en Los Barrios (1989). En ambos la relacioné quizá con el origen de la ermita de San Isidro, erigida por Bartolomé de Escoto hacia 1698. Aunque pudo estar en otro lugar del cortijo de Tinoco, como podría ser el pozo del Santísimo.
En cierta ocasión José Lobato Rodríguez, conocido en vida como Pepe el Lobo, me dijo que la lápida se trajo al cementerio antiguo desde el cortijo del Bálsamo, pero tal supuesto no lo pude documentar. Es cierto que ese cortijo estuvo vinculado al Caudal del Santísimo, que instituyó Juan Felipe García de Ariño para promover dicha devoción, pero su adquisición no fue en 1698, sino en 1714, por lo que incluso estando allí su ubicación original sería otra.
La referida lápida del Santísimo se trasladó más tarde desde el cementerio nuevo a la sede de la Hermandad de San Isidro, desde donde finalmente pasó a su actual emplazamiento a la entrada de la capilla del Sagrario, para así conmemorar la celebración del 250 aniversario de la fundación de la Torre de la Iglesia Parroquial de Los Barrios (1769-2019).
Cuando supe la nueva ubicación la consideré la más idónea y quizá definitiva, pues dicha capilla del Sagrario la fundó Martín Lozano, siendo administrador del Caudal de Santísimo y segundo capellán de la ermita de San Isidro y se construyó para mejor alabanza de Santísimo y en memoria de los chantres Bartolomé de Escoto y Bohórquez y Juan Felipe García de Ariño y Escoto, tan proclives a dicha devoción.
Martín Lozano, llamado también como Martín Muñoz Lozano, dispuso que, cuando se terminase la capilla del Sagrario, era su intención colocar una lápida en ella para perpetuar la memoria y devoción al Santísimo de los dos chantres citados. Por algún motivo desconocido ese deseo quedó incumplido. Por todo ello, resulta al menos curioso que al celebrar el 250 aniversario de la Torre de la Iglesia Parroquial, otra fundación y sin duda la más señera del propio Martín Lozano, sea el azar o el destino quien venga a suplir aquel incumplimiento, situando ahí esa lápida del Santísimo, vinculada a dicha devoción y a la memoria de ambos chantres tan decisivos para el origen de la nueva población de Los Barrios.